jueves, 2 de marzo de 2017

MIS 24H DESCONECTADA DE LAS REDES

Hace unos días acepté el #retobloggers que consistía en pasar las 24 horas del día 1 de marzo desconectada de las redes sociales.
Parece fácil, pero no lo es. Y es que vivimos conectados permanentemente.

Así que me levanté ayer, 1 de marzo, súper predispuesta a cumplir mi reto.
Dejé el móvil sobre la encimera de la cocina y me dispuse a preparar mi fiambrera y los desayunos de las niñas. Y allí estaba él, mirándome con pena, porque no lo cogía para hacer el mini repaso matutino. Pero no, debía cumplir con mi reto.

Total, que entre levantar a las niñas, desayunar, y prepararnos para irnos, nos plantamos a las ocho menos veinte de la mañana, ya listas. Algo impensable los otros días. así que el primer apunte es que sin conectarme a las redes sociales tengo más tiempo para lo realmente importante a esas horas. Y nos sobraron veinte minutos para sentarnos a charlar tranquilamente mientras llegaba la hora de irnos al colegio.

Durante toda la mañana, en el trabajo, eché en falta el ir chafardeando las novedades de las redes. El ponerme al día de todo. El tener esos minutos que dedico a desconectar del trabajo y evadirme un poco. Así que mientras me tomaba el café de las 12, hora en la que normalmente hago un buen repaso a twitter y Facebook, por ejemplo, pues me dediqué a pensar en mis cosas, en mis proyectos, en mis buenos propósitos para este año que hemos empezado. También es positivo poder tener esos momentos para una misma, para reflexionar, y divagar un poco sobre lo que sea, sin tener el teléfono constantemente en la mano.

A la hora de comer aproveché para leer un poco por internet sobre cosas que puedo mejorar en mi blog. Sólo me permití el lujo del whatsapp y del meil.

Ahora, lo mejor fue por la tarde. Cuando llegamos a casa con las niñas, merendamos tranquilamente. Y después pudimos estar las tres jugando. Les dediqué el 100% del tiempo, sin estar mirando el móvil. Y fue genial. Tiempo que pasamos la tres sin pensar en nada más que no fuera jugar y reír. Sin pensar en coger el teléfono, si tengo notificaciones, si fulanito me ha dicho tal, etc.

Fue un día de desconexión total. Tanto, que incluso cuando nos sentamos en el sofá después de cenar, con las niñas ya dormidas, el teléfono seguía encima del mueble.
Así que fue un día de desconexión total. Que aunque al principio cuesta porque estamos súper  habituados a estar conectados todo el día, la verdad es que va muy bien. Y ves el tiempo que perdemos a veces en redes que se lo quitamos a nuestros hijos, o a nuestras parejas. Así que yo animo a todo el mundo a probar a tener por ejemplo, un par de horas del día sin redes sociales. Veréis la de cosas buenas que pasan fuera de una pantalla.

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